Retornemos a la ópera en Buenos Aires. La actividad en 1916 y 1917 fue razonable, dadas las dificultades derivadas de la guerra. Los estrenos interesantes del Colón fueron los de 1917: “La rondine” de Puccini, “L’ Etranger” de D’Indy, “Marouf” de Rabaud y “Lodoletta” de Mascagni. En 1918 hubo un estreno argentino valioso, “Tucumán” de Felipe Boero. Importante el estreno del “Tríptico” pucciniano en 1919 ; además dos grandes figuras se lucieron durante esa temporada: Claudia Muzio y Beniamino Gigli, que serán idolizados por el público porteño en sucesivas visitas. El Coliseo se lució con el estreno de “El Príncipe Igor” de Borodin. En 1920 apareció el significativo nombre de Ildebrando Pizzetti con el estreno de su “Fedra”, mientras que Boero y Floro Ugarte estrenaban “Ariana y Dionysos” y “Saika”. Volvía Wagner a los repertorios tras el interregno provocado por la guerra. Y justamente en el Coliseo ocurrió un evento extraordinario: la primera transmisión por radio de una ópera en directo en el mundo fue “Parsifal” con la insigne batuta de Felix Weingartner. De buen nivel pero sin estrenos valiosos fue la temporada 1921, donde se lucieron nuestros directores Héctor Panizza y Franco Paolantonio.
El retorno de Weingartner en 1922 trajo una novedad que revela la creciente madurez de la cultura local: la aceptación del alemán como idioma en la primera Tetralogía completa y en “Parsifal” de Wagner y por ende el conocimiento de muy talentosos cantantes como Lotte Lehmann, Walter Kirchhoff y Emil Schipper. Y para completar la fiesta, el director contó con la Filarmónica de Viena en la Tetralogía y en varios conciertos, visita trascendente por cierto. Probablemente el acontecimiento de 1923 fue la presencia como director de “Salome” y “Elektra” (esta última en estreno) del propio compositor: Richard Strauss (había dirigido conciertos tres años antes en Buenos Aires). Y él también contó con la Filarmónica de Viena! Otros estrenos: “Debora e Jaele” de Pizzetti, “Sakuntala” de Alfano. Y en el Teatro Nuevo, con la decisión poco feliz de ofrecerla en italiano, una novedad de enorme importancia: “La flauta mágica” de Mozart.
En un nuevo avance de cosmopolitanismo cultural, en 1924 se vieron por primera vez tres óperas rusas en ese idioma: “Boris Godunov”, “El Príncipe Igor” y el estreno de “La dama de pique” de Tchaikovsky. En la siguiente temporada se conocieron “I cavalieri di Ekebu” de Zandonai y “La cena delle beffe” de Giordano. Pero la esencial novedad fue que se crearon los cuerpos estables del Colón: orquesta, coro y cuerpo de baile; se pasaría del riesgo empresario a la financiación municipal, que estará en condiciones de afrontar los mayores costos de una cambiante situación operística. Por su parte, el Coliseo desarrolló su última temporada internacional: el campo le quedaba libre al Colón a partir de 1926.
En la zarzuela el período 1916-25 permite conocer a autores como Pablo Luna (“Molinos de viento”, “El niño judío”) o Jacinto Guerrero (“La Montería”).Y también óperas como “Maruxa” de Vives (denominada “égloga lírica”). La temporada 1924 nos trae tres obras básicas: “Dona Francisquita” de Vives, “Los gavilanes” de Guerrero y “La leyenda del beso” de Soutullo y Vert. En el género conexo de la opereta, hubo un auge de la italiana con autores como Mario Costa, Virgilio Ranzato o Carlo Lombardo pero también probaron su mano los operistas Leoncavallo (“La reginetta delle rose”) o Mascagni (“Si”). Compañías alemanas traían los grandes títulos en ese idioma. También se renovaron los autores en la opereta francesa, con títulos de Hahn, Christiné, Messager.
En la danza hubo importantes hitos en el período 1916-25. La danza moderna tuvo representante en la célebre Isadora Duncan (1916). Es el germen de un movimiento que será intenso de allí en más y tendrá con el tiempo sus representantes argentinos. La segunda visita de Les Ballets Russes de Diaghilev en 1917 (plena guerra) tuvo estrenos esenciales: “El pájaro de fuego” y “Petrushka” de Stravinsky, dirigidos por el gran Ernest Ansermet, que luego sería figura esencial en la programación sinfónica porteña. En ese mismo año brilló la admirable Anna Pavlova con su propia compañía. Volvió en 1918 y 1919, cuando estrenó “La Peri” de Dukas. En 1925 sucede algo esencial para el futuro: se funda el Ballet del Colón, que con la dirección de Adolf Bolm da una temporada bastante amplia.
En la vida de conciertos lo fundamental es la formación de la Orquesta Filarmónica de la Asociación del Profesorado Orquestal (APO) en 1922. Ante de eso las orquestas intervinientes en las temporadas del Colón ofrecieron ciclos desde 1916 donde intervinieron Messager, Saint-Saens, Geeraert, el pianista Artur Rubinstein (que estrenó “Noches en los jardines de España” de Falla en 1918) o el gran Edouard Risler en tres conciertos de Beethoven en 1919. En 1920 (como se mencionó al referirme a la ópera) vinieron la Filarmónica de Viena y Richard Strauss, que ofrecieron 16 conciertos! El compositor estrenó las siguientes obras suyas: “Así habló Zarathustra”, “Una vida de héroe”, “Sinfonía alpina” y “Sinfonía doméstica”. El gran Arthur Nikisch ofreció 15 conciertos en 1921. En 1922 retornó la Filarmónica de Viena con Weingartner, y el éxito hizo que la gran orquesta retornara por tercera vez al año siguiente, con Strauss y Marinuzzi; estrenaron nada menos que la Primera sinfonía de Mahler y la Séptima de Bruckner. En 1925 el gran acontecimiento es la fundación de la Orquesta Estable del Colón, dirigida por Gregor Firelberg y el argentino Celestino Piaggio. Hubo estrenos de Prokofiev y Stravinsky.
Volviendo a la APO, estuvo activa entre 1922 y 1930, manejándose como cooperativa. Fue importante su acción a partir de la presencia de Ansermet en 1924 y en años siguientes, con estrenos como “Iberia” de Debussy, la Segunda sinfonía de Borodin, “Le Roi David” y “Pacific 231” de Honegger, “La Valse” de Ravel. Hubo estrenos importantes también por otras agrupaciones.
Grandes solistas se presentaron en numerosos recitales en la capital y las provincias, atraídos por la creciente cultura y la prosperidad del país. Por ejemplo, Artur Rubinstein estrenó la “Iberia” completa de Albéniz en 1918. Ricardo Vines realizó una plétora de estrenos valiosos en 1920. Wilhelm Backhaus hizo su primera visita en 1920, y retornará en 1927, 1938, 1947, 1951 y 1955; sin duda el más gran beethoveniano. Aparece por primera vez el especialista chopiniano Alexander Brailowsky, que será gran favorito. Otros nombres: el violinista Bronislaw Huberman, el violoncelista Gaspar Cassadó, el admirable guitarrista Andrés Segovia. Fue valiosa la actividad de la Asociación Wagneriana, que empezaba su extensa trayectoria. Muchas otras sociedades conformaban un panorama de considerable intensidad.