Las Invasiones Inglesas de 1806-7 tuvieron alguna influencia musical ya que se escucharon las bandas de gaiteros escoceses, un sonido nuevo aquí, pero además dejaron los británicos al rendirse una considerable cantidad de instrumentos que fueron incorporados a nuestras bandas. Dejo de lado aquí las canciones patrióticas, incluso nuestro himno, por ser tema de la Dra. Plesch.
Un dato demográfico: el censo general de 1804 nos dice que había 720.000 habitantes en nuestro país en formación. Pero lo asombroso es la composición : 421.000 mestizos, 210.000 indios, 60.000 mulatos, 20.000 negros y sólo 9.000 blancos, y de ellos, 6.000 extranjeros y 3.000 criollos! Quiere decir que la mezcla de razas predominaba y la inmigración era casi nula entonces. Imagine el lector la diferencia con 1904...Una élite muy chica que tenía un solo teatro para su esparcimiento dominaba la sociedad porteña de nuestros comienzos y generaba una modesta pero real demanda cultural.
Empieza a haber visitas de artistas extranjeros. En 1810-ll la compañía de Pietro Angelelli despierta entusiasmo por la lírica italiana a través de fragmentos de óperas diversas. Gesualdo menciona “Il matrimonio segreto” (Cimarosa), “La serva padrona” (Pergolesi), y tres obras de Paisiello: “Il Barbiere di Siviglia”, “Nina ossia la pazza per amore” y “La pupilla”, así como “I due rivali” de Luigi Caruso. Comedias, no dramas, salvo la semiseria “Nina”, pero títulos valiosos e importantes. La soprano Carolina Griffoni actúa en 1810, 1812 y entre 1816 y 1819. En 1817 se funda la Sociedad del Buen Gusto en el Teatro Provisional; una orquesta interpreta una sinfonía de Andreas Romberg y aficionados cantan arias de Cimarosa. En 1818 actúa una lucida orquesta dirigida por el italiano Francesco Colombo y al año siguiente se escucha al violinista francés Prosper Ribes.
En otro orden de cosas se empezaba a conocer grandes autores de teatro europeos como Voltaire, Racine, Alfieri y Metastasio, lo cual era apoyado por música incidental de autores locales, incluso Parera. Se iba formando una cultura más amplia y sofisticada.
En la década siguiente se desarrolla mucho la ópera. Las recientemente creadas Sociedad Filarmónica y Academia de Música y Canto interpretaron oberturas de Mozart, Gluck y Rossini. La Academia de Música de Virgilio Rebaglio funcionó en casa de Ambrosio Lezica, y de ella se derivó la Sociedad Filarmónica a partir de 1823. También funcionó a partir de Octubre 1822 la Escuela de Música y Canto de Picasarri. Dice Sala: “Santiago Massoni, famoso violinista y director de orquesta italiano, y Mariano Pablo Rosquellas, tenor español de prestigio en Europa y Brasil, fueron aquí los pioneros del teatro cantado”. Si bien forman compañía ya en 1823, recién en 1825 pudieron presentar una ópera completa por vez primera en Buenos Aires: “El Barbero de Sevilla” de Rossini (27 de septiembre). La razón fue que tardaron en formar un coro y una orquesta adecuados. Formó parte del elenco la familia Tanni (así escrita por Sala) o Tani (según el libro de Norma Lisio “Divina Tani”), Juan Antonio Viera, Michele Vaccani y Gaetano Ricciolini. Rossini dominó, por cierto: las siguientes óperas fueron “La Cenerentola”, “L’inganno felice” y “L’Italiana in Algeri”, todas ellas en 1826. Autores ahora olvidados, como Zingarelli y Dalayrac, también se vieron representados. En 1827, nuestro primer Mozart, “Don Giovanni”, y más Rossini, el dramático “Otello”. Y siguiendo su boga, en 1828 “Tancredi” y “La gazza ladra”. Y en 1829, “Aureliano in Palmira”. Luego el inicio de la tiranía de Rosas causó problemas en los artistas; varios emigraron pero otros llegaron y la contralto Teresa Schieroni brilló en “L’Italiana in Algeri”. Como se ve, esos públicos tuvieron una experiencia operística bastante unilateral hasta ese momento, aunque con obras sin duda valiosas (y varias de ellas no exhumadas en el siglo XX y el XXI).
Como quedó expresado, las academias musicales empiezan a aparecer. La idea del músico profesional tímidamente se insinúa. Por otra parte, Alberdi publica en 1832 dos escritos musicales: “El espíritu de la música a la capacidad de todo el mundo” y “Ensayo sobre un método nuevo para aprender a tocar el piano con la mayor facilidad”. Son los primeros que se escriben en el país sobre enseñanza musical. Y Esnaola retorna de Europa tras cuatro años de experiencia en piano, composición y canto.
Son pocos los conciertos en el sentido que los entendemos actualmente pero muchas las tertulias sociales en las que se hace música de salón sobre modelos europeos (italianos y franceses): música liviana, simple, sentimental y grata. Las obras de canto y piano eran canciones, romanzas y dúos, y las de piano seguían formas de danza (no sonatas): minué, vals (le decían “valsa”), gavota, polca y mazurca , todas especies europeas y de raigambre dieciochesca. Pero también aparecían algunas de color iberoamericano: zamacueca, habanera, paso doble. Suelen todas estas danzas ser muy breves, reducirse a ocho compases en vez de tener la estructura tripartita que es común en Europa, y hay casos en donde dos danzas de distinto “tempo”se funden en una sola pieza.